Me gusta cuando los libros confrontan al lector a través de una realidad obscena, hiriente e incómoda, me gusta cuando un autor o autora no se limita, cuando literalmente te escupe en la cara para decirte “¿Ves esto que está mal? Tú también eres parte de esto, no te creas tan chingón”.
El nuevo libro del artista visual Salvador Jacobo, nos presenta Los Días Errados, La Buena Suerte y Los Caníbales o el Gran Atlas de Anatomía; tres historias entrelazadas dentro de “La Mala Senda”, el más reciente libro ilustrado y publicado por editorial Sexto Piso.
La recreación visual y artística que hace Jacobo en cada una de sus ilustraciones es obscena y al mismo tiempo impresionante, presentando saturación y trazos que nos llevan desde la vida de un boxeador que termina en la indigencia; un tipo fracasado que lleva su vida al límite en una noche de copas; y un caníbal que hace tamales a sus víctimas, principalmente indigentes.
La incorporación de elementos grotescos como escatológicos, así como la borrachera, la prostitución y la blasfemia contra las figuras católicas son parte de un complejo libro que tarde o temprano, termina confrontando al lector y haciéndolo parte de una invisibilidad para con ciertos sectores de la sociedad. ES INCÓMODO, gran acierto.
En las tres historias de “La Mala Senda” vemos una ciudad viva y muy violenta, un común denominador que combinado con otro tipo de injusticias como la falta de oportunidades, la depresión o la sobrevivencia, funge como principal activo para destrozar la mente y el comportamiento de cualquier persona.
¿Ser indigente? ¿Ser asesino? ¿Perder el control en una noche de depresión? Usualmente pensamos que esto no nos podría pasar, pero les aseguro, que muchos de esos indigentes y asesinos, algún día pensaron como nosotros, algo así como “A mi nunca me va a pasar eso”. Pero la vida… la vida es cabrona, y un día estamos en el Lado A del disco, y en un par de años podríamos estar en el Lado B. A veces ni siquiera está en nuestras manos tomar una decisión sobre en qué lado estar, a veces sí, uno nunca sabe.
Así es “La Mala Senda”, un libro que recomiendo como un libro para visitar y revisitar una y otra vez. Me quedo con ganas de una segunda parte, me gusta que las historias se entrelacen y que se hagan guiños entre ellas, me gusta que se hable de los indigentes, me encanta la ilustración de Salvador, incluso los diálogos sinsentido y las saturaciones ácidas con perros que hablan y personas que cagan en la calle para aventarle su mierda a otros.
Definitivamente es un recorrido espinoso y pantanoso, y un callejón que huele a orines y a perro muerto, aunque también quizá es una configuración social que todas y todos hemos construido, a través de una invisibilidad que nos tranquiliza, porque mientras leemos este texto, allá afuera hay gente asesinando a otra gente, y muchas y muchos indigentes que no saben si el día de mañana van a tener suerte y seguir con vida.
BONUS TRACK
Leer La Mala Senda me hizo acordarme de Bernardo, aka “El Bernie”, un indigente que vivía en la calle de Pedro Loza, esquina con Independencia y con quien en 2003 tenía una relación que consistía en pasar casi de madrugada, saludarlo y regalarle cigarros Raleigh.
El Bernie era alto, delgado y siempre vestía un suéter guinda y un pantalón azul cielo. Yo tenía 19 años y las calles del Centro Histórico de Guadalajara saben que a menudo el Bernie y yo platicábamos – cuando no estaba borracho o drogado – sobre la maldita vida. De él sólo supe que era de Tala, que no tuvo papá y que su mamá un día salió de casa y nunca más volvió, él fue a Guadalajara a trabajar en las imprentas pero no le alcanzó para sobrevivir y terminó ahí, a dos cuadras de la Catedral Metropolitana.
Te tengo presente en mi memoria Bernie, fuiste importante en esa etapa de mi vida en la que yo también viví en la calle, particularmente en el Parque Juárez de Guadalajara, la diferencia entre tú y yo es que yo tuve suerte y tú no, porque pensándolo bien, no éramos tan distintos. Lo lamento todo y gracias por agradecer, pero el agradecido, siempre voy a ser yo.
Gracias Bernie.