Recientemente he terminado de leer Andamos perras, andamos diablas, la más reciente publicación de la escritora tamaulipeca Cristina Rivera Garza, y no sé, me ha puesto a pensar en la importancia de la memoria como espina dorsal de nuestro yo hacia el futuro, y también me ha hecho pensar en lo necesaria que es la resistencia, sea cual sea la afrenta, hay que resistir y luchar hasta el final.
Este nuevo título está íntimamente ligado a El invencible verano de Liliana, de hecho se siente como una ligera extensión del mismo, sin embargo hay algo importante de señalar: estos cuentos fueron escritos a finales de los 80s, es decir, hace 30 años, cuando aún Liliana Rivera Garza estaba con vida. Estos cuentos suenan a una advertencia, a un terror advenedizo, a una premonición maldita.
Quizá esto ha sido lo que más me ha llamado la atención de estos viejos textos de Cristina, quizá es por el aviso en las letras, o quizá es por el maldito destino, o tal vez sólo es que estamos sumergidos en una ola de violencia contra las mujeres, tal vez no es una ola sino un maremoto, que toma forma de reclamos, marchas y colectivos, quizá es porque nada ha cambiado desde entonces, quizá es porque las siguen matando, no lo sé, me da mucho pesar que en tantos años, poco ha cambiado.
Pero más allá del hilo que une estos cuentos con la historia y vida de Liliana, Andamos perras, andamos diablas es un libro con una buena dosis de sororidad y resistencia, donde cada una de sus personajes trae una historia compleja, cargada de frustración, miedo y enojo. Cada cuento es referente al siguiente y en todos se permea un dejo de resistencia en sus personajes femeninos, resistencia de quien deben ser, de como deben comportarse; resistencia ante limitantes impuestas por las costumbres patriarcales y familiares.
¿Alguna vez has muerto en vida? A veces se puede revivir pero a veces no, a veces también se revive por momentos, pero fundamentalmente se puede estar muerto de por vida. Las personas se mueren de estar atadas a ciertos sistemas, a personas, a creencias y a costumbres. A menudo cuando se está muerto en vida se tiende a desaparecer lentamente, como una vela encendida que invariablemente terminará apagándose con el paso del tiempo. Andamos perras, andamos diablas también es se puede entender como una novela fragmentaria con un hilo sombrío, espectral y solitario. Hay resistencia al amor romántico, pero también, hay un resquicio luminoso de esperanza, resistencia y memoria.