Cuando la escritora argentina Camila Sosa Villada recibió el premio Sor Juana Inés de la Cruz en la Feria Internacional del Libro, de Guadalajara, se inauguró oficialmente la venganza de las travestis contra el odio y la opresión de los ignorantes.
Una venganza rabiosa, cargada de resentimiento, montada sobre un pedestal de espinas y lo más interesante de todo, con olor a rosas, y compuesta por versos hermosos, una auténtica quimera y un grito desesperado por limpiar el camino de las que vienen, de las que están por salir, de las que tienen miedo, de las que temen ser quienes siempre han sido.
Como dice la propia Camila, “Las Malas es una gran mentira”, es un libro accesible al dolor, rencoroso, punzante y poético. No hay realidad en Las Malas, se cuenta lo que es viable conocer, porque lo que no está escrito es mil veces peor. Lo que sucede en la obscuridad y en las calles es lo que le ha valido el Premio Sor Juana, un mal tan terrible y tan enterrado en los estratos sociales que bastarán muchas novelas como esta para erradicarlo desde la cepa.
Según la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, en Latinoamérica la esperanza de vida de una persona trans o travesti, es de tan solo 35 años y México es el segundo país del mundo con más transfeminicidios, sólo después de Brasil. Estas penosas cifras deberían bastar para sacudir nuestros corazones y replantearnos absolutamente todo.
“Un día van a venir a golpear esa puerta para avisarme que te encontraron muerta, tirada en una zanja”, fueron las palabras que le dijo su papá a Camila, cuando aún era Cristian Omar, ese era su destino, una condena lanzada desde el seno familiar que parecía más bien una maldición.
“Las Malas” es un cuento de horror, un cuento de hadas, un manifiesto político, una memoria fulgurante, una crónica despiadada, una puesta de sol, un eclipse, una confesión, una perra preñada y una desnudez del alma con un brillo tan intenso, que le devolvería la vista a los ciegos. Narra los primeros años de autodescubrimiento de la autora, así como las historias del grupo de travestis que se reunían en un parque de Mendoza, Argentina, para prostituirse y también para protegerse del escarnio y violencia social.
No es un libro amable, son oraciones que te intoxican el alma, es un reclamo que huele a gardenia y sabe a Cabernet, una mirada asesina ante la injusticia de aquellas y aquellos que las llamaron perras degeneradas, cerdas drogadictas y zorras malparidas. Coger para subsistir y luchar todos los días contra la ignorancia, la bestia más salvaje y depredadora de todas las que dominan al ser humano, son los hilos que van tejiendo este hermoso vestido de luces y lentejuelas.
Para este servidor, “Las Malas” se ha convertido en un libro imprescindible de nuestra era, una petición formal al cambio de mentalidad, un grito colérico a los modelos educativos y una bofetada elegante a la heteronormatividad que nos ha regido por siglos.
“Las Malas” exige ser leída por todas, todos y todes. La venganza de las travestis ha iniciado, y llegó por donde menos la esperábamos, por la palabra. Gracias por tu brillantez, Camila, y por el valor.