La Fiebre de la Sangre, de Oscar de Muriel

La Fiebre de la Sangre, de Oscar de Muriel

Unas semanas después de haber cerrado el caso del Asesino de Violinistas de Edimburgo, quien se presumía era un imitador de Jack el Destripador los detectives Ian Frey y Adolphus “Nueve Uñas” McGray, miembros de la Comisión para la Elucidación de Casos Presuntamente Relacionados con lo Oculto y Fantasmal, habían decidido descansar en vez de festejar la llegada del Año Nuevo. Sin embargo, su descanso se vio interrumpido, cuando el oficial McNair tocó frenéticamente en la puerta de su casa. Una mujer estaba muriendo en el manicomio, y los necesitaban para dar con el asesino.

Al centro había un enorme caldero de peltre, lo suficientemente ancho para bañarse en él, pero en vez de agua estaba lleno de cenizas y de restos carbonizados de extrañísimos objetos.

Al llegar al lugar, descubrieron que, la mujer había sido envenenada, aparentemente, por un paciente, cuya identidad siempre se había mantenido como anónima, pero era conocido como Lord Malatesta (o El Marqués de San Orate), y que este había huido justo después. Por otro lado, al revisar el cuarto, el inspector Frey, siguiendo el rastro de varias hormigas que caminaban por la habitación, se encontró con una vieja Cebolla Morada a la que le habían clavado una gran cantidad de clavos oxidados. Para McGrey no cabía duda, ese era un amuleto con el que, las brujas buscan perjudicar a alguna de sus víctimas.

Pasarían siglos y siglos, pero los ecos de las cadenas no se desvanecerían, pues las almas de aquellas brujas nunca encontrarían reposo.

Frey y McGray se embarcarán a seguir la pista del misterioso asesino; una cacería que los llevará desde Edimburgo hasta Inglaterra, llevándolos a las faldas del infame Pendle Hill, lugar en el que vivieron las más legendarias brujas de Lancashire. Es así que, durante la peor tormenta de nieve que haya visto Inglaterra, Frey y Nueve Uñas se irán adentrando en el mundo de las brujas; todo, para descubrir uno de los más grandes complots que haya visto el Reino Unido.

Las brujas tenían incontables alucinógenos de donde escoger: belladona, opio, mandrágora… Sin embargo, no podía pensar qué medio habrían podido usar para administrarle algún veneno.

La Fiebre de la Sangre, de Oscar de Muriel, es la segunda aventura de los detectives Frey y McGrey; un dúo desigual de detectives, cuyas personalidades y cosmovisiones son radicalmente diferentes; un choque de ideas, que los lleva a realizar investigaciones de forma poco común, y a sacar más de una carcajada a cada lector o lectora. Una novela llena de misterio, intrigas y acción, que te atrapa desde las primeras páginas, adentrándote en la Inglaterra Victoriana y, sobre todo, el mundo de la brujería.

Religiones enteras se han construido alrededor de anécdotas mucho más endebles que ésta. El poder no reside en lo que eres capaz, sino en lo que los otros creen que eres capaz.

Al igual que, en sus demás novelas, en La Fiebre de la Sangre, Oscar de Muriel logra crear un mundo obscuro y tenebroso, pero lo narra con el humor suficiente, para lograr que la lectura se vuelva fluida y divertida. Además, a pesar de ser la segunda entrega de las aventuras de Frey y McGrey, puedes empezar a adentrarte en las aventuras de estos dos detectives con este libro, pues, aunque sí llegan a mencionar algunas cosas de su novela anterior, las aventuras son completamente independientes una de la otra. Por todo esto, y más, vale mucho la pena dedicarte unas horas y disfrutar de la magia, el misterio y el humor de Oscar de Muriel en La Fiebre de la Sangre.

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